Y uno más

abril 4, 2008

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De nuevo, las primeras planas de los periódicos regionales y las segundas de la prensa nacional están dedicadas a la detención de un alcalde de la Región de Murcia. Esto empieza a ser una rutina. Y es que la justicia, a pesar de su denostada (con razón) lentitud y de su no menos denostada (también con razón) ineficacia, existe después de todo.

Eso sí: cuando la cosa empieza a ponerse interesante, el mal está hecho. Pero de eso no tiene la culpa el sistema judicial. Aunque funcionara a la perfección, siempre llegaría tarde. En realidad, si se piensa un poco, la justicia llega tarde por definición. El problema es que quienes podrían y deberían llegar a tiempo miran hacia otra parte y se remiten a la justicia. Y cuando las decisiones de ésta generan titulares, se limitan, en el peor de los casos, a denunciar persecuciones políticas o, en el mejor de los casos, a suspender de militancia a los imputados. Todo menos asumir sus responsabilidades por haber colocado en ciertos puestos a los que, después de muchos años de que todo el mundo sepa que gobiernan haciendo mangas y capirotes de la ley, acaban en el trullo.

Y, por si a alguien no le ha quedado claro, me refiero a los responsables de los partidos políticos que colocan y mantienen, contra viento y marea, en Los Alcázares (PSOE) o en Totana o Torrepacheco (PP) a individuos que la justicia acaba por demostrar que son simples delincuentes. Los delincuentes, o al menos algunos, pasan; los que los colocan y mantienen en el puesto permanecen. Y así nos va.